Pedanía Culebrón

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Pedánea Trix Slock

Saliendo por la carretera comarcal 3213, en dirección a Monóvar, cuando llegamos al kilómetro 17 (a 4’5 km. de Pinoso), protegida por las estribaciones de la Sierra del Xirivell, está la pedanía de Culebrón.

Sin llegar a ser un núcleo compacto, son muchas las casas que componen la pedanía, con un vecindario aproximado de unas 40 personas (44 según el censo de 1991).

Como todas las zonas rurales, ha sufrido los efectos de la despoblación, aunque pasar por medio una carretera tan concurrida como la de Alicante ha permitido que mucha gente se quedara. Desde 1995, esa carretera, a su paso por la pedanía, ha cambiado su recorrido, por lo que se han reducido los peligros que ocasionaba su paso cerca de las casas. De todas formas, en los años 60 vivían cerca de 150 personas, una cifra que nada tiene que ver con los cerca de 40 vecinos actuales, que habitan unas 15 casas, aunque se está registrando una recuperación, dado que jóvenes han escogido la pedanía para irse a vivir.

El terreno es plano y fértil, dedicado al cultivo mayoritario del viñedo, produciendo vinos de renombre. En la zona existen dos bodegas, muy conocidas. Una de ellas, Brotons, se dedica a la elaboración de vinos y aceites de muy buena calidad. La otra, bodegas Alfonso, se dedica exclusivamente a vinos, siendo la primera del término municipal en embotellarlos. En otro orden de cosas, en el territorio existen explotaciones ganaderas importantes, destacando una por su reciente implantación y por estar dedicada a un rebaño bastante curioso: los vestruzos.

La pedanía también tiene fama de poseer una gran cantidad de ganaderos, que se encargan de conservar una tradición muy antigua. Debemos destacar la introducción, hace pocos años, de una granja de avestruces, unos animales típicos de otras zonas más lejanas, pero que parece que se han adaptado bien a las condiciones climáticas de nuestra tierra.

En el caserío que compone la pedanía existe una pequeña ermita, donde tan sólo celebran misa en determinadas ocasiones, como es el caso de una boda, una comunión, o las fiestas populares, en honor a San Jaime, patrón de la pedanía. Antiguamente se llamaba misa todos los domingos, pagando a los vecinos al cura, “según convenio que otorgan estos con lo que más las acomoda” (según dijo Pasqual Madoz a su “Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico”, publicado en el año 1846 ).

Por la distribución de las casas del núcleo que le da nombre a la pedanía, las ubicadas a la derecha de la carretera -según se va de Pinoso hacia Monóvar- son conocidas como las casas de arriba, y son las más antiguas, mientras que las ubicadas a la izquierda son las casas de abajo. Por detrás de estas últimas iba antiguamente el camino a Pinoso, por la ermita al Salobrar cruzando la carretera hacia Sonca por el camino de l’Enzebres y salir a l’Horteta. Con la construcción de la circunvalación de la pedanía se ha eliminado un punto negro del tráfico por el término municipal, eliminándose la cerrada vuelta que existía, y que tantos accidentes provocaba. Ahora, la situación ha cambiado lo suficiente, y ya no creen la pedanía tantos coches. Tan sólo un pequeño grupo aislado de casas queda al otro lado.
Los caseríos más conocidos de la pedanía son: Casa de Carlos, Casa de los Rojos, Casas del Salobrar o Casas de Camarillas. Todos ellos, situados en dos parajes concretos: Camarillas y Miracielos.

Con el apoyo económico de la Concejalía de Fiestas del Ayuntamiento de Pinoso, los vecinos del Culebrón celebran sus fiestas mayores el 25 de julio, bajo la advocación de Santiago Apóstol, con un desbordante programa de actividades, típico de las fiestas veraniegas. Aunque no siempre se han celebrado, nunca se ha olvidado la fecha y, cuando no se hacían grandes celebraciones, sus moradores las conmemoraban en sus casas. Dicen que, en los años 20 empezaron a organizarse las primeras fiestas. Se llevaron a cabo en 1927, pero no tuvieron continuidad. Y, después de guerra, en los años 40 volvió a intentarse, sin llegar a cuajar. Pero de eso hace ya mucho tiempo. Las actuales son muy distintas. También lo es la gente. Desde 1984 los habitantes de la pedanía parecen haber acogido con más fuerza que antes estas celebraciones, continuando hasta ahora. Otra advocación con gran seguimiento es la de San José, imagen que comparte el honor de salir con el patrón en la procesión de las fiestas.

Los niños de hace varios años (demasiado ya) no debían trasladarse a Pinoso para aprender. Existía una escuela, donde ahora podemos ver un conocido restaurante, a la que podían acudir los alumnos que, eso sí, pudieran ir, porque esto de estudiar no estaba al alcance de todos. Quienes no tenían mucho dinero estaban condenados a trabajar. Por esa escuela pasaron, entre otros maestros, Dª. Maxi Banegas y D. Joaquín Ruiz.

En el paraje de El Salobrar encontramos un ejemplo de finca autosuficiente. Lo primero que nos llama la atención cuando llegamos es el camino de entrada, salvando el desnivel de una rambla. Al llegar a la edificación distinguiremos varias puertas, unas con mayor importancia que otras, lo que significa quiénes eran sus moradores. En el centro se articulaba una vivienda principal, la de los dueños, y en los lados había otras secundarias, donde estarían los criados. Todas estaban comunicadas. Detrás estaban las zonas de bodega, cuadros, corrales, almazara, lugares de cría de animales,…

La propiedad incluiría suficientes terrenos cultivables, dado que hay toda una infraestructura de aprovechamiento de aguas pluviales. La loma que hay detrás de la casa está canalizada para llenar dos algibes árabes, además de los pozos y algunos interiores de la vivienda. Pero, además de procurar el agua para consumo humano, también se piensa en el riego de los bancales, por lo que las canalizaciones siguen más abajo de la casa para llegar a un embalse hecho de piedra de grandes dimensiones. No cabe duda de que sería de esas fincas tan grandes que sus dueños dirían: “Ves, todo lo que llegas a ver con tus ojos, es mío”. Eran otros tiempos, y otras necesidades.

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