Pedánea Beatriz Sánchez López
El paraje que conocemos como La Cañada del Trigo es un caserío compartido en la actualidad por tres términos municipales: Jumilla posee la mayor población (con una organización de calles, iglesia, tiendas, panadería, bares, escuela, centro de salud,… ); dentro del término de Abanilla se extiende un arrabal conocido como Cases de Dalt, o Los Gabrieles; y Pinoso ocupa las casas conocidas con el nombre de Casas del Pi (Cañada del Trigo de Pinoso).
Una piedra de más de 200 años señala, en la Sierra de la Cruz, la división municipal y provincial, aunque la inscripción que mira al término de Pinoso dice MONOVAR.
Las casas que pertenecen a Pinoso están diseminadas, creando caseríos pequeños de dos o tres viviendas, alrededor de las tierras de cultivo que producen vino, aceite, trigo (ahora mucho menos), almendra y otros productos.
Aunque hace más de un siglo vivían más de 20 personas, y en 1960 se contaban unos 67 habitantes, según el censo de 1991, hoy en día vive una quincena de habitantes, muchos de ellos trabajadores del campo. Sus hijos, en la mayor parte de los casos, no quieren seguir los pasos de los padres y, aquellos que ya trabajan, lo hacen en Pinoso, en las fábricas de calzado.
Los 7 km. que separan las casas del núcleo del pueblo no son nada, sobre todo porque casi todos los vecinos, y más si son jóvenes, tienen ya el carnet de conducir.
Los caseríos más importantes se conocen por nombres antiguos: Casa de los Novelderos, Casas del Tio Pio, Caseta de Quito, Casa de Jover, y, sobre todo, las Casas del Pi, entre otros, nos dicen cosas de qué familias las habitaban o qué particularidad tenía la casa o su entorno. Ahora ya apenas vive nadie de esos personajes a los que hacen referencia esos nombres. Desde hace bastantes años, la gente originaria se fue a vivir a la parte de Jumilla o al pueblo de Pinoso, buscando comodidades que no les proporcionaba el vivir separados del casco urbano.
La gente que ahora ocupa las casas empezó a hacerlo buscando tranquilidad, hace ya más de treinta años, y ahora forma un vecindario muy unido, que se ha amoldado a las tradiciones y costumbres de todo el entorno. En los últimos años se han instalado nuevos vecinos, con la construcción de casas de nueva planta, que nada tienen que ver con el estilo propio de estas tierras. En su mayor parte, son gente extranjera que ha elegido nuestra zona de interior para vivir con tranquilidad.
Aunque cada parte de la Cañada del Trigo debe hacer sus gestiones a los respectivos ayuntamientos, comparten todo tipo de contacto: van a misa en la misma iglesia, colaboran en la organización de las fiestas, que se celebran en la agosto, llevan su vino a la Bodega Cooperativa “Virgen del Remedio”, todo en la parte de Jumilla.
Este clima de colaboración no es fruto de estos tiempos. Ya en 1917 se creó un acuerdo de todos para hacer un pozo para sacar agua para regar las cosechas, un pozo conocido con el nombre de “Pozo de la Excavación”.
Volviendo a nuestro término, el caserío está bien comunicado con Pinoso por una carretera, hecha hace unos años aprovechando un antiguo camino, y que acortaba las distancias que separaban a estos vecinos del resto del municipio. Quizás por eso mismo que la gente haya vuelto a habitar las casas, sobre todo los fines de semana, aunque muchas de estas casas tienen nuevos dueños, contando incluso con presencia extranjera. Esta carretera es suficientemente transitada, si tenemos en cuenta que muchos de los habitantes de la Cañada del Trigo (incluyendo todas las partes antes llamadas) trabajan en Pinoso o acuden muy a menudo al pueblo, al que dicen sentirse más identificados.
Actualmente, una sierra cercana a las casas se ha dedicado a una cantera de áridos, que en 1991 se inició y que está creando a su alrededor toda una infraestructura de buenos caminos, que los vecinos han sabido aprovechar muy bien. La nota negativa de esta iniciativa es que la zona está sufriendo una rápida degradación medioambiental que no se ve con buenos ojos, dado que muchos vecinos recuerdan los buenos momentos pasados en estas sierras, y ahora ven cómo no paran de pasar camiones cargados de tierra que, principalmente, se dedica al sector de la construcción.
Sus habitantes, desde siempre, han hablado valenciano. Pero en los últimos años esto ha cambiado mucho, puesto que muchas de las viviendas han cambiado de propietarios, que en su mayor parte hablan castellano. Sin embargo, los más jóvenes, aunque en la escuela deben dar clase en castellano, no han perdido su habla originaria, precisamente por su contacto habitual con gentes de nuestro pueblo.
Las Casas del Pi nunca han celebrado fiestas regulares. Se tiene constancia de haber hecho unas cuando terminó la Guerra Civil Española, como agradecimiento, por qué la zona había sido una de las más castigadas. Algunas personas de mayor edad nos han contado que la fiesta fue muy mayor. Incluido se contó con la presencia del Alcalde de Pinoso y, con él, un humo de falangistas uniformados, que participaron en una misa de campaña, celebrada bajo el pino que le da nombre a la pedanía.
De fiestas más recientes, debemos hablar que trataron de hacerlas los nuevos moradores de las casas que componen la pedanía, aunque el intento no cuajó. La iniciativa corrió a cargo de uno de sus vecinos, conocido como “El Marqués”, unos años en las que se festejó la Virgen de Fátima, y que los vecinos llaman como la “Virgen del Pino”, advocación que también existe en tierras canarias. Pero esas fiestas desaparecieron a finales de los años 70 del siglo XX. Quizás por qué vecinos estaban acostumbrantes a participar en las fiestas de la parte de Jumilla (que se celebran alrededor del 15 de agosto) y todavía lo siguen haciendo.
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